Morelia, Mich., Miercoles, 01 de Mayo de 2024

Sección:Opinión

Por qué Carstens no puede defender al peso

Por: Carlos Mota/El Financiero

Ciudad de México.- Hay un momento cuando, por más experimentado que sea, o por más pericia que tenga, el piloto de un avión que cae en picada no puede hacer nada para evitar el impacto. Brace for impact, dijo el piloto Chesley Sullenberg a los pasajeros del vuelo US Airways 1549, cuando no pudo evitar que acuatizara sobre el Río Hudson en enero de 2009. Él se convirtió en héroe, porque con sus maniobras les salvó. Pero otros no tienen la misma suerte. En el vuelo de Malaysia Airlines MH370, que desapareció el año pasado, nadie se salvó.


Algo similar ocurre con los mercados estos días. Ha iniciado una crisis global de pesimismo que atacó a los mercados bursátiles, de divisas y de inversiones en activos típicamente considerados "refugio", como el oro. 

Subyacente a esto aparece el precio de las materias primas (como el petróleo), que está por los suelos, desplomado, como si cualquiera que desee montar una planta automotriz, una panificadora o una fábrica de computadoras pudiera hacerlo con las materia prima increíblemente barata.

Ante la caída del peso mexicano frente al dólar (rondando ya los 17.50 pesos), ¿qué puede hacer Agustín Carstens, el fenomenal gobernador del Banco de México? ¿Solucionarlo? No. Únicamente puede mitigarlo.

Carstens sólo puede actuar para mitigar la depreciación del peso porque el mercado global de transacciones de divisas es gigantesco. Es el más grande del mundo (su valor diario es de cinco trillion de dólares 
–es decir más de cinco billones de dólares–). Además, está disperso, nadie lo controla y funciona las 24 horas sin parar. Esto explica que ayer, en un abrir y cerrar de ojos, a Banxico se le esfumaron los primeros 200 millones de dólares que subasta diario con precio mínimo. Desaparecieron en un instante a un precio de 17.0695 pesos, y a pesar de ello el dólar continuó su apreciación.


¿Se reeditará la crisis de 2008? El actual es un escenario con características muy distintas: no hay quiebras masivas de bancos o aseguradoras, como AIG o Lehman Brothers; las calificadoras no son responsables de haber valuado equivocadamente papeles hipotecarios; ni hay una crisis de desconfianza en los bancos o en el sistema financiero. No obstante, el impacto del pesimismo es global, y el contagio ya ha ocurrido. En esto último sí que se parece este agosto de 2015 a aquellos días de septiembre de 2008.


Que no quede duda de que el gobernador Carstens vigilará el comportamiento de los precios para hacerlos converger al objetivo de inflación. El mandato de Banxico es claro: procurar la estabilidad del poder adquisitivo del peso. De tal suerte, la intervención en el mercado cambiario únicamente se puede entender si está en función del objetivo anterior. Nada menos. Pero nada más. 

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